Historia de una venganza

En marzo de 1942, cuando el general Masaharu Homma, que dirigía la conquista de las Filipinas, se encontró con dificultades imprevistas ante la resistencia americano-filipina en la península de Bataán, solicitó que le fuesen enviadas más tropas, con artillería y aviación. Entre los oficiales de Estado Mayor enviados con los refuerzos estaba el coronel Masanobu Tsuji, recién llegado de Singapur. Con una influencia totalmente desproporcionada a su puesto, con contactos personales que llegaban hasta el propio Tojo, Tsuji era considerado el genio táctico que había detrás de la victoria japonesa en Malasia. Era un militar extraordinariamente competente, pero también un ejemplo del tipo de militares que desde los años 30 moldearon la política exterior japonesa: ambicioso, intrigante, despiadado... Bajo su influencia varios oficiales de primera línea en las Filipinas recibieron órdenes verbales de ejecutar a todos los prisioneros en su poder. El hecho de que la mayoría exigiese que la orden fuese comunicada por escrito (lo que naturalmente no se hizo) impidió que la campaña filipina degenerase en una masacre mayor de lo que fue.

El coronel Masanobu Tsuji:


El general Homma intentó que sus tropas tratasen correctamente a la población civil filipina, emitiendo órdenes en el sentido de evitar saqueos y violaciones, para gran irritación del ala radical de la oficialidad japonesa. Otros de sus subordinados sí estaban de acuerdo con la política de Homma de evitar abusos contra los civiles filipinos. Uno de ellos era el general Kamaguchi, comandante militar de las islas Visayas. Kiyotake Kamaguchi había servido varios años como oficial de Estado Mayor en China, hasta que en 1940 fue ascendido a general y tomó el mando de la 35ª Brigada, con la que participó en los desembarcos en Borneo (diciembre de 1941), Cebu (marzo de 1942) y Mindanao (abril de 1942). Cuando recibió órdenes de ejecutar al ex-procurador de Justicia José Santos y su hijo, el general Kawaguchi se opuso convencido de que se iba a cometer un terrible error. Se dirigió a Homma sugiriendo que en lugar de matar a Santos se le podía dar un cargo en el gobierno títere que habían instalado los japoneses en las Filipinas. Homma aprobó la sugerencia y dio orden en ese sentido al general Yoshihide Hayashi, comandante del 14º Ejército. En lugar de eso, Kawaguchi recibió la visita de un emisario con orden de llevarse a los dos prisioneros para su ejecución en Davao. Kawaguchi consiguió retener al hijo mientras trataba de ponerse en contacto con Homma, pero no pudo evitar la ejecución de Santos a tiempo. Homma atribuyó toda la culpa del incidente a Hayashi. Kawaguchi pidió explicaciones a Hayashi, antiguo compañero suyo en la Academia Militar, que se justificó alegando presiones provenientes del Cuartel General Imperial. Cuando Kawaguchi pidió más información, Hayashi respondió: “Fue Tsuji”. Otras personalidades filipinas corrieron la misma suerte que Santos. Uno de ellos pudo haber sido el general Manuel Roxas, ex-presidente de la Cámara de Representantes. Hayashi envió a Kawaguchi la orden de ejecución de Roxas firmada por el general Homma, pero este decidió ignorar la orden y Roxas sobrevivió para convertirse unos años después en el primer presidente de la República de Filipinas.

El general Kiyotake Kamaguchi:


A mediados de 1942 la guerra comenzó a cambiar de signo. El avance japonés se había detenido después de fracasar sus planes de conquista de la costa sur de Nueva Guinea, y poco tiempo después los estadounidenses pasaron a la ofensiva en el archipiélago de las Salomon. El 7 de agosto la 1ª División de Marines al mando del general Alexander A. Vandegrift hizo el primer desembarco anfibio en Guadalcanal. Lo que comenzó como una ocupación prácticamente sin oposición derivaría en una de las batallas más sangrientas de la guerra. Formando parte de la misma operación, los marines también desembarcaron en Tulagi, Gavutu, Tanambogo y las islas Florida, ocupadas en pocos días. Debido a la amenaza de una fuerza naval japonesa, la US Navy retiró sus portaaviones de la zona menos de dos días después de los desembarcos iniciales, lo que dejó a la flota de invasión sin protección contra ataques aeronavales. La flota partió de Guadalcanal al día siguiente, dejando abandonados a su suerte a cinco batallones de marines, sin suministros ni tropas de reserva. Pero por suerte para los aliados el mando militar japonés parecía estar tan confuso como los estadounidenses. En Tokio se pensaba que los estadounidenses abandonarían Guadalcanal en poco tiempo. Sólo cuando fue evidente que los marines de Vandergrift se estaban atrincherando con intención de mantenerse en la isla, los japoneses comenzaron a preparar planes para expulsarlos. La Inteligencia Naval japonesa estimó la fuerza invasora en 2.000 hombres, cuando en realidad eran cerca de 19.000. El teniente general Haruyoshi Hyakutake, comandante del 17º Ejército, recibió orden de limpiar la isla y reconquistar Tulagi. El primer intento corrió a cargo del coronel Kiyanao Ichiki y su 28º Regimento de Infantería, con base en Guam. Una fuerza de 900 hombres al mando de Ichiki fueron transportados por seis destructores y desembarcaron en la medianoche del 18 de agosto en Punta Taivu, a unos 30 Km de las posiciones estadounidenses. El resto del regimiento, 2.500 hombres, les seguirían siete días después. El 17 de agosto tuvieron lugar los primeros contactos entre patrullas de reconocimiento de ambos bandos, en las proximidades del río Tenaru. El 21 los japoneses atacaron atravesando el río. El ataque fue repelido por el 2º batallón de la 1ª División de Marines, y a continuación el 1º batallón lanzó un contraataque que eliminó a las fuerzas japonesas supervivientes. Al final de la tarde la batalla había terminado; 800 japoneses habían muerto, tan sólo 15 habían sido hechos prisioneros, y el resto había escapado a través de la selva. Muchos de ellos murieron antes de conseguir llegar a Taivu. Uno de los supervivientes fue el coronel Ichiki. Cuando llegó a Taivu tendió la bandera regimental en el suelo, vertió gasolina sobre ella, la quemó y a continuación se suicidó. La batalla del río Tenaru fue la primera de una larga serie de enfrentamientos que se produjeron en Guadalcanal durante los meses siguientes, con ambos bandos enviando continuamente más y más tropas y material para tratar de hacerse con el control de la isla. Los marines habían capturado un aeródromo que estaban construyendo los japoneses, bautizado como Henderson Field en honor a un piloto de los Marines muerto en Midway. Poco tiempo después comenzó a operar desde allí la llamada “Cactus Air Force”, que prestaba apoyo aéreo a las tropas que luchaban por mantenerse firmes en Guadalcanal. En el mar la supremacía era de los japoneses, que podían reforzar continuamente a sus tropas en la isla gracias a los convoyes nocturnos formados por veloces buques de guerra, que eludían así a los aviones y buques de superficie estadounidenses. Los convoyes con destino a Guadalcanal enviados por el almirante Tanaka se hicieron tan regulares que acabaron siendo conocidos como “el Tokio Express”.

En este escenario vuelven a aparecer los protagonistas de nuestra historia. Después del fracaso de Ichiki, la siguiente fuerza que mandaron los japoneses para tratar de reconquistar Guadalcanal fue la 35ª Brigada de Kawaguchi. El general no quería repetir los errores del coronel Ichiki. Solicitó que sus tropas fuesen desembarcadas en barcazas, para asegurarse de que podrían llevar con ellas suficientes suministros y material pesado. El almirante Tanaka se opuso, por miedo a los ataques aéreos enemigos, e insistía en que los hombres de Kawaguchi tenían que ser transportados en destructores durante la noche. Finalmente optaron por un término medio: Kawaguchi y 2.400 de sus hombres serían enviados en destructores a Taivu, mientras que otra fuerza con los 1.100 restantes al mando del coronel Akinosuke Oka, y con suministros y armas pesadas, desembarcarían en barcazas en Kokumbona, un pueblo situado 16 kilómetros al este de Henderson Field. Kawaguchi no parecía tener ninguna confianza en el éxito de su misión. Antes de partir de Shortland concedió a sus hombres un permiso y consiguió que recibiesen tres meses de paga por adelantado. La noche antes de embarcar confesó a un corresponsal de guerra amigo suyo que los informes de inteligencia avisaban de que los estadounidenses en Guadalcanal se encontraban bien atrincherados y bien abastecidos. Kawaguchi dijo al periodista: “Cuando se piensa en eso, parece extremadamente difícil que una unidad del tamaño de la nuestra consiga retomar el campo de aviación. ¿La destrucción del destacamento de Ichiki no tendría que ser una lección para nosotros? Pero el Cuartel General Imperial subestima al enemigo y asegura que cuando desembarquemos en Guadalcanal los marines se rendirán...”.

La noche del 31 de agosto ocho destructores desembarcaron a Kawaguchi y sus hombres en Tauvu. Allí se encontraron con los supervivientes de la fuerza Ichiki, hambrientos y desmoralizados, que avisaron a los recién llegados de los continuos ataques aéreos que sufrían. Kawaguchi movió a sus hombres hacia el oeste durante la noche, para evitar a la aviación enemiga. El 1 de septiembre un incidente de fuego amigo entre las tropas de Kawaguchi y el grueso del 28º Regimiento de Infantería (los hombres de Ichiki que habían desembarcado en la isla después de la derrota de su comandante) alertó a los marines, atrayendo sobre los japoneses duros ataques aéreos. A pesar de eso Kawaguchi mantuvo la posición esperando la llegada de Oka, que no desembarcó hasta el 4 de septiembre. Kawaguchi envió entonces una patrulla bordeando Henderson Field enviando instrucciones a Oka para preparar un ataque coordinado: Kawaguchi y sus hombres se moverían por la selva hasta situarse al sur del aeródromo y lanzar desde allí el ataque principal, mientras Oka atacaría desde el oeste en una maniobra de distracción. El 6 de septiembre se puso en marcha con 3.100 hombres, dejando el resto en reserva. El día siguiente esa fuerza de retaguardia sufrió el ataque del 1º batallón Raider de los Marines, comandado por el teniente coronel Merritt A. Edson. En su retirada a través de la selva los japoneses abandonaron el pueblo donde Kawaguchi tenía instalado su cuartel general. Los Marines capturaron documentos y todo tipo de material, por ejemplo el uniforme de gala de Kawaguchi. Lo que no podían transportar fue destruido, incluyendo la comida, inutilizada por los marines con el original método de orinar sobre ella. Mientras tanto, el desembarco de Oka había sido un desastre, tal como temía el almirante Tanaka: a consecuencia de los ataques aéreos y los hundimientos de barcazas por el mal estado del mar, Oka perdió a 650 de sus 1.100 hombres. La marcha por la selva fue una pesadilla. Los supervivientes japoneses tenían poca comida y cada vez un mayor número de ellos caían víctimas de la malaria y otras enfermedades. A eso se sumaba el agotamiento por las marchas nocturnas a través de la selva cargando con todo el material. El destacamento enviado para contactar con Oka consiguió encontrarlos, pero también se encontraba al borde de la muerte por inanición. Si consiguieron cumplir la misión fue solo gracias a que encontraron raciones abandonadas por los estadounidenses.

De los mapas capturados al enemigo Vandegrift dedujo correctamente la dirección que iba a tener el ataque japonés, y envió a la Fuerza Raider del coronel Edson para guarnecer el Río Lunga. Kawaguchi, entretanto, todavía esperaba contar con el elemento sorpresa y subestimaba numéricamente a la fuerza estadounidense.

El general Kawaguchi conferencia con sus oficiales antes del ataque:


El ataque japonés comenzó a las 21 horas del 13 de septiembre, precedido por un intenso bombardeo artillero por parte de la flota japonesa. La superioridad numérica japonesa era aproximadamente de tres a uno, pero los hombres de Edson resistieron el ataque, ayudados por el fuego de la artillería estadounidense. Los japoneses, después de reagruparse, volvieron a la carga. Atrincherados en una posición superior, los marines les frenaron con granadas, ametralladoras, morteros y fuego de artillería. Durante la mañana siguiente los japoneses siguieron lanzando ataques heroicos y desesperados, siendo rechazados una y otra vez. En uno de los ataques tres soldados japoneses consiguieron llegar hasta el puesto de mando del general Vandergrift, donde encontraron la muerte. El coronel Oka lanzó también a sus hombres al ataque, en una acción inútil que fue fácilmente repelida por los marines. Al anochecer Kawaguchi lideró un último ataque sin esperanza, que fue rechazado como los anteriores. Los japoneses supervivientes se retiraron en la oscuridad, dirigiéndose al este, al lugar donde Oka había desembarcado, en una marcha miserable, marcada por el hambre y las enfermedades. El río donde encontraron la ruina fue rebautizado por los marines como Bloody Ridge, o “Río Sangriento”. La batalla costó la vida a 800 japoneses y 100 Marines.

Kawaguchi regresó a Rabaul para informar. A pesar de la presión de sus adversarios en el Alto Mando japonés, su descripción de las duras condiciones en las que se encontraban las tropas japonesas en Guadalcanal convenció a sus superiores de la gravedad de la situación. Debido a su conocimiento de primera mano de la isla, se le ordenó regresar acompañando a su superior, el general Hyakutake. El 9 de octubre el comandante del 17º Ejército y su Estado Mayor desembarcaron en Guadalcanal con Kawaguchi. El jefe del Estado Mayor de Hyakutake era el coronel Haruo Konuma, que tenía como ayudante a nuestro viejo conocido el coronel Tsuji, antiguo compañero suyo de clase en la Academia Militar. Konuma estaba bajo la total influencia de Tsuji, que era quien realmente dirigía las operaciones. Viendo con sus propios ojos la situación desesperada en la que se encontraban sus soldados, Hyakutake modificó totalmente sus planes de campaña: abandonó sus planes de atacar Port Moresby y decidió que Guadalcanal tendría toda la prioridad. Él mismo dirigiría a la fuerza atacante, reforzando a las tropas que se encontraban ya en la isla con la famosa 2ª División Sendai y otras unidades. El 15 de octubre los refuerzos llegaron a la isla escoltados por la Marina Imperial. Con apoyo aéreo y de la artillería naval, consiguieron infringir daños importantes al aeródromo de Henderson Field, de forma que pocos aviones estadounidenses consiguieron despegar y entorpecer el desembarco japonés. Así pudieron desembarcar los refuerzos, suministros y artillería. Los marines todavía eran numéricamente superiores, pero estaban agotados por dos meses de combate.

El objetivo principal japonés era Henderson Field. Las operaciones se iniciarían con un ataque de distracción desde el oeste a cargo del general Tadashi Sumiyoshi, que cruzaría con sus fuerzas el río Matanikau con el apoyo de un pelotón de tanques. El ataque principal se haría desde el sur directamente contra el aeródromo, y quedaría a cargo de la 2ª División Sendai, al mando del teniente general Masao Maruyama. La fuerza de Kawaguchi formaría el flanco derecho de la de Maruyama. Tendrían considerable apoyo aéreo, y el almirante Yamamoto, comandante en jefe de la Flota Combinada, había prometido enviar una fuerza de portaaviones.

Kawaguchi se dirigió al Estado Mayor del 17º Ejército para exponer su desacuerdo con el ataque frontal que se le había ordenado, y allí se encontró con Tsuji. El coronel odiaba a Kawaguchi por el incidente con Roxas en las Filipinas, aunque aparentemente el diálogo entre los dos fue bastante cortés. Kawaguchi le recordó cómo habían terminado sus asaltos a “Bloody Ridge”. Mostrando las fotografías de reconocimiento aéreo de las posiciones estadounidenses enviadas por la Marina, sugirió como alternativa un ataque por la retaguardia del flanco oriental del enemigo, afirmando conocer bien el terreno. Tsuji se mostró de acuerdo con el plan de Kawaguchi. Aseguró que llevaría personalmente el nuevo plan al general Maruyama. Deseando buena suerte a Kawaguchi, Tsuji se despidió con un apretón de manos.

La marcha de la División Sendai a través de la selva para llegar a sus posiciones de asalto al sur del campo de aviación Henderson fue una auténtica proeza. En durísimas condiciones, bajo una lluvia constante, sin ningún tipo de maquinaria ni equipo de ingeniería, los japoneses abrieron un camino de 24 kilómetros de longitud a través de una selva casi impenetrable en dirección a Henderson Field, conocido como "sendero Maruyama”. Desde el comienzo los soldados japoneses recibieron apenas media ración de arroz y durante toda la marcha la lluvia torrencial prácticamente no paró ni un instante. Además de su equipo completo, cada soldado transportaba una granada de artillería. Los pesados cañones tenían que ser arrastrados con cuerdas a través de la selva. Las piezas de artillería más pesadas tuvieron que ser abandonadas por el camino. Los hombres de Maruyama consiguieron llegar hasta la posición fijada para el ataque, pero con un retraso que resultaría fatal. La fuerza de asalto japonesa estaba formada por 5.600 infantes mas tropas de apoyo.

El ataque fue fijado para la medianoche del 24 al 25 de octubre. Cada hombre recibió instrucciones de “luchar desesperadamente y cumplir su deber para con el Emperador”. Cuando contactó con Maruyama, Kawaguchi se enteró de que Tsuji no había informado de los cambios en los planes. Era demasiado tarde. Sus fuerzas se encontraban muy lejos de sus posiciones asignadas en el plan original. Con apenas un batallón en la posición adecuada para el ataque, Kawaguchi fue relevado en el mando. Aparentemente esa era la intención de Tsuji, que inmediatamente se había puesto en contacto con el cuartel general del 17º Ejército informando al coronel Konuma que Kawaguchi se había negado a avanzar.

Mientras, el ataque de distracción del general Sumiyoshi había sido lanzado prematuramente debido al retraso de la fuerza de Maruyama en su marcha a través de la selva y a la falta de comunicación entre ambos grupos, costando 600 hombres y 9 tanques, y alertando a los norteamericanos, que en la noche del día 24 reforzaron el perímetro. Cuando comenzó el ataque principal, las unidades japonesas fueron devastadas por el fuego de los marines. Al amanecer, uno de los mejores regimientos de la 2ª División había sido virtualmente masacrado. En dos días de lucha los japoneses perdieron 3.000 hombres. Actuando de acuerdo con los planes una fuerza naval japonesa atacó para dar apoyo a la ofensiva terrestre, pero fue severamente castigada por los aviones de Henderson Field. A pesar de eso, el almirante Yamamoto decidió proseguir con el ataque. Las flotas japonesa y estadounidense entraron en combate en la batalla de Santa Cruz, que finalizó con ventaja para los japoneses, pero a costa de importantes pérdidas en aviones e impidiendo que la Marina apoyase las acciones en tierra.

Después de ser cesado por el general Hyakutake, comandante del 17º Ejército, Kawaguchi abandonó Guadalcanal. En marzo de 1943 fue enviado a la reserva. En marzo de 1945 fue llamado de vuelta al servicio activo para tomar el mando de la fortaleza de la isla de Tsushima, que había sido reforzada con torres de artillería naval de 410 mm cedidas por la Marina. Después de la rendición japonesa fue acusado de crímenes de guerra por las acciones de tropas bajo su mando, por los que permaneció en prisión de 1946 hasta 1953. Murió en 1961. Irónicamente, su mayor enemigo, Tsuji, a pesar de las muchas y documentadas atrocidades cometidas en todas las campañas en las que participó, nunca fue juzgado por sus crímenes. Al contrario, en la postguerra fue elegido por dos veces para el parlamento japonés. Solo después de su muerte se conoció públicamente su implicación en las masacres cometidas contra la población China de Singapur o en la tristemente famosa Marcha de la Muerte de Bataán.

Esta es la historia de una rivalidad personal entre dos hombres que pudo influir en el resultado de una de las batallas más decisivas de la guerra. Puede que después de leerla penséis lo mismo que yo cuando conocí la historia: que en el fondo se basa en una suposición imposible de demostrar, la de que el coronel Tsuji actuó como lo hizo movido por su odio a Kawaguchi. Para escribir esta entrada me he basado sobre todo en un trabajo sobre el coronel Tsuji escrito por el periodista e historiador estadounidense Daniel Ford. De hecho hay fragmentos que me he limitado a traducirlos. No queda claro cuál es la fuente original sobre este episodio en concreto, pero parece que tiene que ser el propio general Kawaguchi, puede que en una entrevista hecha para otro autor. Si no, no se explica cómo se puede dar el contenido de la conversación entre él y Tsuji en el que acordaron cambiar los planes (conversación que supongo que Tsuji no reconocería haber tenido). Además hay un momento en el texto de Ford en el que cita a Kawaguchi en primera persona, cuando cuenta que el 4 de noviembre abandonó Guadalcanal “sintiendo como si me hubiesen cortado los intestinos”. Lo que quiero decir es que esta historia parece estar contada desde el punto de vista del general Kawaguchi, aunque curiosamente Ford en sus fuentes cita una entrevista de John Toland a Tsuji, pero ninguna a Kamaguchi.

2 comentarios:

  1. Las historias del frente del Pacifico me tienen absorto...fantastico blog!!

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  2. Gracias, bom. Creo que se nota que el frente del Pacífico también es mi tema preferido.

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