Historia de una venganza

En marzo de 1942, cuando el general Masaharu Homma, que dirigía la conquista de las Filipinas, se encontró con dificultades imprevistas ante la resistencia americano-filipina en la península de Bataán, solicitó que le fuesen enviadas más tropas, con artillería y aviación. Entre los oficiales de Estado Mayor enviados con los refuerzos estaba el coronel Masanobu Tsuji, recién llegado de Singapur. Con una influencia totalmente desproporcionada a su puesto, con contactos personales que llegaban hasta el propio Tojo, Tsuji era considerado el genio táctico que había detrás de la victoria japonesa en Malasia. Era un militar extraordinariamente competente, pero también un ejemplo del tipo de militares que desde los años 30 moldearon la política exterior japonesa: ambicioso, intrigante, despiadado... Bajo su influencia varios oficiales de primera línea en las Filipinas recibieron órdenes verbales de ejecutar a todos los prisioneros en su poder. El hecho de que la mayoría exigiese que la orden fuese comunicada por escrito (lo que naturalmente no se hizo) impidió que la campaña filipina degenerase en una masacre mayor de lo que fue.

El coronel Masanobu Tsuji:


El general Homma intentó que sus tropas tratasen correctamente a la población civil filipina, emitiendo órdenes en el sentido de evitar saqueos y violaciones, para gran irritación del ala radical de la oficialidad japonesa. Otros de sus subordinados sí estaban de acuerdo con la política de Homma de evitar abusos contra los civiles filipinos. Uno de ellos era el general Kamaguchi, comandante militar de las islas Visayas. Kiyotake Kamaguchi había servido varios años como oficial de Estado Mayor en China, hasta que en 1940 fue ascendido a general y tomó el mando de la 35ª Brigada, con la que participó en los desembarcos en Borneo (diciembre de 1941), Cebu (marzo de 1942) y Mindanao (abril de 1942). Cuando recibió órdenes de ejecutar al ex-procurador de Justicia José Santos y su hijo, el general Kawaguchi se opuso convencido de que se iba a cometer un terrible error. Se dirigió a Homma sugiriendo que en lugar de matar a Santos se le podía dar un cargo en el gobierno títere que habían instalado los japoneses en las Filipinas. Homma aprobó la sugerencia y dio orden en ese sentido al general Yoshihide Hayashi, comandante del 14º Ejército. En lugar de eso, Kawaguchi recibió la visita de un emisario con orden de llevarse a los dos prisioneros para su ejecución en Davao. Kawaguchi consiguió retener al hijo mientras trataba de ponerse en contacto con Homma, pero no pudo evitar la ejecución de Santos a tiempo. Homma atribuyó toda la culpa del incidente a Hayashi. Kawaguchi pidió explicaciones a Hayashi, antiguo compañero suyo en la Academia Militar, que se justificó alegando presiones provenientes del Cuartel General Imperial. Cuando Kawaguchi pidió más información, Hayashi respondió: “Fue Tsuji”. Otras personalidades filipinas corrieron la misma suerte que Santos. Uno de ellos pudo haber sido el general Manuel Roxas, ex-presidente de la Cámara de Representantes. Hayashi envió a Kawaguchi la orden de ejecución de Roxas firmada por el general Homma, pero este decidió ignorar la orden y Roxas sobrevivió para convertirse unos años después en el primer presidente de la República de Filipinas.

El general Kiyotake Kamaguchi:


A mediados de 1942 la guerra comenzó a cambiar de signo. El avance japonés se había detenido después de fracasar sus planes de conquista de la costa sur de Nueva Guinea, y poco tiempo después los estadounidenses pasaron a la ofensiva en el archipiélago de las Salomon. El 7 de agosto la 1ª División de Marines al mando del general Alexander A. Vandegrift hizo el primer desembarco anfibio en Guadalcanal. Lo que comenzó como una ocupación prácticamente sin oposición derivaría en una de las batallas más sangrientas de la guerra. Formando parte de la misma operación, los marines también desembarcaron en Tulagi, Gavutu, Tanambogo y las islas Florida, ocupadas en pocos días. Debido a la amenaza de una fuerza naval japonesa, la US Navy retiró sus portaaviones de la zona menos de dos días después de los desembarcos iniciales, lo que dejó a la flota de invasión sin protección contra ataques aeronavales. La flota partió de Guadalcanal al día siguiente, dejando abandonados a su suerte a cinco batallones de marines, sin suministros ni tropas de reserva. Pero por suerte para los aliados el mando militar japonés parecía estar tan confuso como los estadounidenses. En Tokio se pensaba que los estadounidenses abandonarían Guadalcanal en poco tiempo. Sólo cuando fue evidente que los marines de Vandergrift se estaban atrincherando con intención de mantenerse en la isla, los japoneses comenzaron a preparar planes para expulsarlos. La Inteligencia Naval japonesa estimó la fuerza invasora en 2.000 hombres, cuando en realidad eran cerca de 19.000. El teniente general Haruyoshi Hyakutake, comandante del 17º Ejército, recibió orden de limpiar la isla y reconquistar Tulagi. El primer intento corrió a cargo del coronel Kiyanao Ichiki y su 28º Regimento de Infantería, con base en Guam. Una fuerza de 900 hombres al mando de Ichiki fueron transportados por seis destructores y desembarcaron en la medianoche del 18 de agosto en Punta Taivu, a unos 30 Km de las posiciones estadounidenses. El resto del regimiento, 2.500 hombres, les seguirían siete días después. El 17 de agosto tuvieron lugar los primeros contactos entre patrullas de reconocimiento de ambos bandos, en las proximidades del río Tenaru. El 21 los japoneses atacaron atravesando el río. El ataque fue repelido por el 2º batallón de la 1ª División de Marines, y a continuación el 1º batallón lanzó un contraataque que eliminó a las fuerzas japonesas supervivientes. Al final de la tarde la batalla había terminado; 800 japoneses habían muerto, tan sólo 15 habían sido hechos prisioneros, y el resto había escapado a través de la selva. Muchos de ellos murieron antes de conseguir llegar a Taivu. Uno de los supervivientes fue el coronel Ichiki. Cuando llegó a Taivu tendió la bandera regimental en el suelo, vertió gasolina sobre ella, la quemó y a continuación se suicidó. La batalla del río Tenaru fue la primera de una larga serie de enfrentamientos que se produjeron en Guadalcanal durante los meses siguientes, con ambos bandos enviando continuamente más y más tropas y material para tratar de hacerse con el control de la isla. Los marines habían capturado un aeródromo que estaban construyendo los japoneses, bautizado como Henderson Field en honor a un piloto de los Marines muerto en Midway. Poco tiempo después comenzó a operar desde allí la llamada “Cactus Air Force”, que prestaba apoyo aéreo a las tropas que luchaban por mantenerse firmes en Guadalcanal. En el mar la supremacía era de los japoneses, que podían reforzar continuamente a sus tropas en la isla gracias a los convoyes nocturnos formados por veloces buques de guerra, que eludían así a los aviones y buques de superficie estadounidenses. Los convoyes con destino a Guadalcanal enviados por el almirante Tanaka se hicieron tan regulares que acabaron siendo conocidos como “el Tokio Express”.

En este escenario vuelven a aparecer los protagonistas de nuestra historia. Después del fracaso de Ichiki, la siguiente fuerza que mandaron los japoneses para tratar de reconquistar Guadalcanal fue la 35ª Brigada de Kawaguchi. El general no quería repetir los errores del coronel Ichiki. Solicitó que sus tropas fuesen desembarcadas en barcazas, para asegurarse de que podrían llevar con ellas suficientes suministros y material pesado. El almirante Tanaka se opuso, por miedo a los ataques aéreos enemigos, e insistía en que los hombres de Kawaguchi tenían que ser transportados en destructores durante la noche. Finalmente optaron por un término medio: Kawaguchi y 2.400 de sus hombres serían enviados en destructores a Taivu, mientras que otra fuerza con los 1.100 restantes al mando del coronel Akinosuke Oka, y con suministros y armas pesadas, desembarcarían en barcazas en Kokumbona, un pueblo situado 16 kilómetros al este de Henderson Field. Kawaguchi no parecía tener ninguna confianza en el éxito de su misión. Antes de partir de Shortland concedió a sus hombres un permiso y consiguió que recibiesen tres meses de paga por adelantado. La noche antes de embarcar confesó a un corresponsal de guerra amigo suyo que los informes de inteligencia avisaban de que los estadounidenses en Guadalcanal se encontraban bien atrincherados y bien abastecidos. Kawaguchi dijo al periodista: “Cuando se piensa en eso, parece extremadamente difícil que una unidad del tamaño de la nuestra consiga retomar el campo de aviación. ¿La destrucción del destacamento de Ichiki no tendría que ser una lección para nosotros? Pero el Cuartel General Imperial subestima al enemigo y asegura que cuando desembarquemos en Guadalcanal los marines se rendirán...”.

La noche del 31 de agosto ocho destructores desembarcaron a Kawaguchi y sus hombres en Tauvu. Allí se encontraron con los supervivientes de la fuerza Ichiki, hambrientos y desmoralizados, que avisaron a los recién llegados de los continuos ataques aéreos que sufrían. Kawaguchi movió a sus hombres hacia el oeste durante la noche, para evitar a la aviación enemiga. El 1 de septiembre un incidente de fuego amigo entre las tropas de Kawaguchi y el grueso del 28º Regimiento de Infantería (los hombres de Ichiki que habían desembarcado en la isla después de la derrota de su comandante) alertó a los marines, atrayendo sobre los japoneses duros ataques aéreos. A pesar de eso Kawaguchi mantuvo la posición esperando la llegada de Oka, que no desembarcó hasta el 4 de septiembre. Kawaguchi envió entonces una patrulla bordeando Henderson Field enviando instrucciones a Oka para preparar un ataque coordinado: Kawaguchi y sus hombres se moverían por la selva hasta situarse al sur del aeródromo y lanzar desde allí el ataque principal, mientras Oka atacaría desde el oeste en una maniobra de distracción. El 6 de septiembre se puso en marcha con 3.100 hombres, dejando el resto en reserva. El día siguiente esa fuerza de retaguardia sufrió el ataque del 1º batallón Raider de los Marines, comandado por el teniente coronel Merritt A. Edson. En su retirada a través de la selva los japoneses abandonaron el pueblo donde Kawaguchi tenía instalado su cuartel general. Los Marines capturaron documentos y todo tipo de material, por ejemplo el uniforme de gala de Kawaguchi. Lo que no podían transportar fue destruido, incluyendo la comida, inutilizada por los marines con el original método de orinar sobre ella. Mientras tanto, el desembarco de Oka había sido un desastre, tal como temía el almirante Tanaka: a consecuencia de los ataques aéreos y los hundimientos de barcazas por el mal estado del mar, Oka perdió a 650 de sus 1.100 hombres. La marcha por la selva fue una pesadilla. Los supervivientes japoneses tenían poca comida y cada vez un mayor número de ellos caían víctimas de la malaria y otras enfermedades. A eso se sumaba el agotamiento por las marchas nocturnas a través de la selva cargando con todo el material. El destacamento enviado para contactar con Oka consiguió encontrarlos, pero también se encontraba al borde de la muerte por inanición. Si consiguieron cumplir la misión fue solo gracias a que encontraron raciones abandonadas por los estadounidenses.

De los mapas capturados al enemigo Vandegrift dedujo correctamente la dirección que iba a tener el ataque japonés, y envió a la Fuerza Raider del coronel Edson para guarnecer el Río Lunga. Kawaguchi, entretanto, todavía esperaba contar con el elemento sorpresa y subestimaba numéricamente a la fuerza estadounidense.

El general Kawaguchi conferencia con sus oficiales antes del ataque:


El ataque japonés comenzó a las 21 horas del 13 de septiembre, precedido por un intenso bombardeo artillero por parte de la flota japonesa. La superioridad numérica japonesa era aproximadamente de tres a uno, pero los hombres de Edson resistieron el ataque, ayudados por el fuego de la artillería estadounidense. Los japoneses, después de reagruparse, volvieron a la carga. Atrincherados en una posición superior, los marines les frenaron con granadas, ametralladoras, morteros y fuego de artillería. Durante la mañana siguiente los japoneses siguieron lanzando ataques heroicos y desesperados, siendo rechazados una y otra vez. En uno de los ataques tres soldados japoneses consiguieron llegar hasta el puesto de mando del general Vandergrift, donde encontraron la muerte. El coronel Oka lanzó también a sus hombres al ataque, en una acción inútil que fue fácilmente repelida por los marines. Al anochecer Kawaguchi lideró un último ataque sin esperanza, que fue rechazado como los anteriores. Los japoneses supervivientes se retiraron en la oscuridad, dirigiéndose al este, al lugar donde Oka había desembarcado, en una marcha miserable, marcada por el hambre y las enfermedades. El río donde encontraron la ruina fue rebautizado por los marines como Bloody Ridge, o “Río Sangriento”. La batalla costó la vida a 800 japoneses y 100 Marines.

Kawaguchi regresó a Rabaul para informar. A pesar de la presión de sus adversarios en el Alto Mando japonés, su descripción de las duras condiciones en las que se encontraban las tropas japonesas en Guadalcanal convenció a sus superiores de la gravedad de la situación. Debido a su conocimiento de primera mano de la isla, se le ordenó regresar acompañando a su superior, el general Hyakutake. El 9 de octubre el comandante del 17º Ejército y su Estado Mayor desembarcaron en Guadalcanal con Kawaguchi. El jefe del Estado Mayor de Hyakutake era el coronel Haruo Konuma, que tenía como ayudante a nuestro viejo conocido el coronel Tsuji, antiguo compañero suyo de clase en la Academia Militar. Konuma estaba bajo la total influencia de Tsuji, que era quien realmente dirigía las operaciones. Viendo con sus propios ojos la situación desesperada en la que se encontraban sus soldados, Hyakutake modificó totalmente sus planes de campaña: abandonó sus planes de atacar Port Moresby y decidió que Guadalcanal tendría toda la prioridad. Él mismo dirigiría a la fuerza atacante, reforzando a las tropas que se encontraban ya en la isla con la famosa 2ª División Sendai y otras unidades. El 15 de octubre los refuerzos llegaron a la isla escoltados por la Marina Imperial. Con apoyo aéreo y de la artillería naval, consiguieron infringir daños importantes al aeródromo de Henderson Field, de forma que pocos aviones estadounidenses consiguieron despegar y entorpecer el desembarco japonés. Así pudieron desembarcar los refuerzos, suministros y artillería. Los marines todavía eran numéricamente superiores, pero estaban agotados por dos meses de combate.

El objetivo principal japonés era Henderson Field. Las operaciones se iniciarían con un ataque de distracción desde el oeste a cargo del general Tadashi Sumiyoshi, que cruzaría con sus fuerzas el río Matanikau con el apoyo de un pelotón de tanques. El ataque principal se haría desde el sur directamente contra el aeródromo, y quedaría a cargo de la 2ª División Sendai, al mando del teniente general Masao Maruyama. La fuerza de Kawaguchi formaría el flanco derecho de la de Maruyama. Tendrían considerable apoyo aéreo, y el almirante Yamamoto, comandante en jefe de la Flota Combinada, había prometido enviar una fuerza de portaaviones.

Kawaguchi se dirigió al Estado Mayor del 17º Ejército para exponer su desacuerdo con el ataque frontal que se le había ordenado, y allí se encontró con Tsuji. El coronel odiaba a Kawaguchi por el incidente con Roxas en las Filipinas, aunque aparentemente el diálogo entre los dos fue bastante cortés. Kawaguchi le recordó cómo habían terminado sus asaltos a “Bloody Ridge”. Mostrando las fotografías de reconocimiento aéreo de las posiciones estadounidenses enviadas por la Marina, sugirió como alternativa un ataque por la retaguardia del flanco oriental del enemigo, afirmando conocer bien el terreno. Tsuji se mostró de acuerdo con el plan de Kawaguchi. Aseguró que llevaría personalmente el nuevo plan al general Maruyama. Deseando buena suerte a Kawaguchi, Tsuji se despidió con un apretón de manos.

La marcha de la División Sendai a través de la selva para llegar a sus posiciones de asalto al sur del campo de aviación Henderson fue una auténtica proeza. En durísimas condiciones, bajo una lluvia constante, sin ningún tipo de maquinaria ni equipo de ingeniería, los japoneses abrieron un camino de 24 kilómetros de longitud a través de una selva casi impenetrable en dirección a Henderson Field, conocido como "sendero Maruyama”. Desde el comienzo los soldados japoneses recibieron apenas media ración de arroz y durante toda la marcha la lluvia torrencial prácticamente no paró ni un instante. Además de su equipo completo, cada soldado transportaba una granada de artillería. Los pesados cañones tenían que ser arrastrados con cuerdas a través de la selva. Las piezas de artillería más pesadas tuvieron que ser abandonadas por el camino. Los hombres de Maruyama consiguieron llegar hasta la posición fijada para el ataque, pero con un retraso que resultaría fatal. La fuerza de asalto japonesa estaba formada por 5.600 infantes mas tropas de apoyo.

El ataque fue fijado para la medianoche del 24 al 25 de octubre. Cada hombre recibió instrucciones de “luchar desesperadamente y cumplir su deber para con el Emperador”. Cuando contactó con Maruyama, Kawaguchi se enteró de que Tsuji no había informado de los cambios en los planes. Era demasiado tarde. Sus fuerzas se encontraban muy lejos de sus posiciones asignadas en el plan original. Con apenas un batallón en la posición adecuada para el ataque, Kawaguchi fue relevado en el mando. Aparentemente esa era la intención de Tsuji, que inmediatamente se había puesto en contacto con el cuartel general del 17º Ejército informando al coronel Konuma que Kawaguchi se había negado a avanzar.

Mientras, el ataque de distracción del general Sumiyoshi había sido lanzado prematuramente debido al retraso de la fuerza de Maruyama en su marcha a través de la selva y a la falta de comunicación entre ambos grupos, costando 600 hombres y 9 tanques, y alertando a los norteamericanos, que en la noche del día 24 reforzaron el perímetro. Cuando comenzó el ataque principal, las unidades japonesas fueron devastadas por el fuego de los marines. Al amanecer, uno de los mejores regimientos de la 2ª División había sido virtualmente masacrado. En dos días de lucha los japoneses perdieron 3.000 hombres. Actuando de acuerdo con los planes una fuerza naval japonesa atacó para dar apoyo a la ofensiva terrestre, pero fue severamente castigada por los aviones de Henderson Field. A pesar de eso, el almirante Yamamoto decidió proseguir con el ataque. Las flotas japonesa y estadounidense entraron en combate en la batalla de Santa Cruz, que finalizó con ventaja para los japoneses, pero a costa de importantes pérdidas en aviones e impidiendo que la Marina apoyase las acciones en tierra.

Después de ser cesado por el general Hyakutake, comandante del 17º Ejército, Kawaguchi abandonó Guadalcanal. En marzo de 1943 fue enviado a la reserva. En marzo de 1945 fue llamado de vuelta al servicio activo para tomar el mando de la fortaleza de la isla de Tsushima, que había sido reforzada con torres de artillería naval de 410 mm cedidas por la Marina. Después de la rendición japonesa fue acusado de crímenes de guerra por las acciones de tropas bajo su mando, por los que permaneció en prisión de 1946 hasta 1953. Murió en 1961. Irónicamente, su mayor enemigo, Tsuji, a pesar de las muchas y documentadas atrocidades cometidas en todas las campañas en las que participó, nunca fue juzgado por sus crímenes. Al contrario, en la postguerra fue elegido por dos veces para el parlamento japonés. Solo después de su muerte se conoció públicamente su implicación en las masacres cometidas contra la población China de Singapur o en la tristemente famosa Marcha de la Muerte de Bataán.

Esta es la historia de una rivalidad personal entre dos hombres que pudo influir en el resultado de una de las batallas más decisivas de la guerra. Puede que después de leerla penséis lo mismo que yo cuando conocí la historia: que en el fondo se basa en una suposición imposible de demostrar, la de que el coronel Tsuji actuó como lo hizo movido por su odio a Kawaguchi. Para escribir esta entrada me he basado sobre todo en un trabajo sobre el coronel Tsuji escrito por el periodista e historiador estadounidense Daniel Ford. De hecho hay fragmentos que me he limitado a traducirlos. No queda claro cuál es la fuente original sobre este episodio en concreto, pero parece que tiene que ser el propio general Kawaguchi, puede que en una entrevista hecha para otro autor. Si no, no se explica cómo se puede dar el contenido de la conversación entre él y Tsuji en el que acordaron cambiar los planes (conversación que supongo que Tsuji no reconocería haber tenido). Además hay un momento en el texto de Ford en el que cita a Kawaguchi en primera persona, cuando cuenta que el 4 de noviembre abandonó Guadalcanal “sintiendo como si me hubiesen cortado los intestinos”. Lo que quiero decir es que esta historia parece estar contada desde el punto de vista del general Kawaguchi, aunque curiosamente Ford en sus fuentes cita una entrevista de John Toland a Tsuji, pero ninguna a Kamaguchi.

Carta de un Kamikaze

Teruo Yamaguchi era un aviador naval japonés de 23 años, que formaba parte de la tripulación de un hidroavión de reconocimiento Mitsubishi F1M, destinado en el Grupo Aéreo Amakusa, en la prefectura de Kumamoto. En junio de 1945 su unidad fue asignada a la 12ª Flota Aérea para participar en uno de los ataques suicidas masivos (las llamadas misiones Kikusui) que se estaban lanzando contra la flota estadounidense anclada en Okinawa. El 21 de junio el avión de Yamaguchi tomó parte en el décimo y último de esos ataques. Ese mismo día, antes de despegar, el joven Teruo escribió una carta de despedida a su padre:

Querido Padre:
A medida que se acerca la muerte, lo único que lamento es que nunca he sido capaz de hacer algo bueno por usted en mi vida.
Fui seleccionado inesperadamente para ser un piloto de ataque especial y hoy saldré para Okinawa. Desde que recibí la orden de mi misión sin retorno se convirtió en mi sincero deseo lograr el éxito en el cumplimiento de este deber. Aun así, no puedo dejar de sentir un fuerte apego a esta tierra hermosa de Japón. ¿Es una debilidad por mi parte? Al saber que mi momento había llegado cerré los ojos y vi su rostro, el de la abuela, el de madre, y las caras de mis amigos más cercanos. Fue fortalecedor y alentador darme cuenta de que todos ustedes quieren que yo sea valiente. ¡Voy a hacer eso! ¡Lo haré!
Mi vida en el servicio no ha estado llena de dulces recuerdos. Es una vida de renuncia y abnegación, ciertamente nada cómoda. Como única razón para desear la vida en el servicio, sólo puedo ver que me da la oportunidad de morir por mi país. Si esto parece amargo probablemente se deba a que había experimentado la dulzura de la vida antes de incorporarme al servicio.
El otro día recibí la filosofía del teniente Otsubo sobre la vida y la muerte que tan amablemente me envió usted. Me parece que, si bien acierta en alguna verdad, está dedicado sobre todo a pensamientos superficiales sobre el servicio. Es inútil expresarlo ahora, pero en mis 23 años de vida he creado mi propia filosofía [no he encontrado ninguna información sobre ese teniente Otsubo; por lo que se entiende en el texto era el autor de un libro sobre los valores que debían regir la vida de un militar japonés, y que no convenció del todo al joven Teruo.
Me deja un mal sabor de boca pensar en cómo algunos de nuestros astutos políticos están engañando a los inocentes ciudadanos. Pero yo estoy dispuesto a recibir órdenes de los altos mandos, e incluso de los políticos, porque creo en la política de Japón.
El estilo de vida japonés es realmente hermoso, y estoy orgulloso de él, así como de la historia y la mitología japonesas, que reflejan la pureza de nuestros ancestros y sus antiguas creencias (si realmente esas creencias son verdaderas). Esta forma de vida es el producto de todas las mejores cosas que han llegado hasta nosotros de nuestros antepasados. Y la encarnación viva de todas las cosas maravillosas de nuestro pasado es la familia imperial que, también, es la cristalización del esplendor y la belleza de Japón y su gente. Es un honor para mí poder dar mi vida en defensa de esas cosas bellas y nobles.
Okinawa es una parte de Japón, como la isla Goto. Una voz interior me sigue diciendo que tengo que golpear a los enemigos que violan nuestra patria. Mi tumba será el mar que rodea Okinawa, y veré a madre y a la abuela de nuevo. No me arrepiento ni tengo miedo a la muerte. Sólo rezo por la felicidad de usted y de todos mis compatriotas.
Mi mayor pesar es esta vida es el hecho de no haberle llamado Chichiue (“venerado padre”). Lamento no haberle dado ninguna muestra del respeto que siempre le he tenido. Durante mi ataque final, aunque usted no lo pueda escuchar, puede estar seguro de que voy a estarle diciendo "chichiue" y pensando en todo lo que ha hecho por mí.
No le he pedido que venga a verme a la base, porque sé que usted se siente cómodo en Amakusa. Es un buen lugar para vivir. Las montañas al norte de la base me recuerdan a Sugiyama y Magarisaka, en Goto, y muchas veces he pensado en los días en que Akira y yo íbamos de merienda a Matsuyama, cerca del polvorín. También recuerdo cuando viajé con usted al crematorio de Magarisaka, entonces todavía sin comprender con claridad que madre había muerto.
Se lo dejo todo a usted. Por favor, cuide mucho de mis hermanas.
Un revés en su historia no significa la destrucción de una nación. Rezo para que tenga usted una larga vida. Estoy seguro de que surgirá un nuevo Japón. Nuestro pueblo no debe ser irreflexivo en su deseo de muerte.
Mis más preciados recuerdos.
Justo antes de la partida,
Teruo

Fuentes:
Teruo Yamaguchi:
http://wgordon.web.wesleyan.edu/kamikaze/books/comics/hugault/index.htm
Carta:
http://www.geocities.jp/kamikazes_site_e/isyo/isyobun/yamaguchi-isho.html

El mayor tesoro jamás embarcado

En la medianoche del 8 de julio de 1940 dos buques de la Royal Navy, el acorazado Revenge y el crucero Bonaventure, abandonaron el estuario del Clyde, en Escocia, protegidos por la oscuridad. Al amanecer se reunieron frente a la costa escocesa con otros siete barcos que habían zarpado de distintos puertos británicos. Eran dos buques de línea polacos que se habían refugiado en Gran Bretaña tras la invasión alemana de su país el año anterior, llamados Sobieski y Batory, el antiguo vapor Monarch of Bermuda, y cuatro destructores de escolta. Se formó así un convoy de nueve barcos al mando del almirante Sir Ernest Russell Archer, capitán del Revenge. Su destino era el puerto de Halifax, en Nueva Escocia, Canadá. Y su cargamento, repartido entre los dos grandes buques de guerra y los tres vapores, consistía en unos 773 millones de dólares de la época en lingotes de oro, además de 300 cajas llenas de valores negociables extranjeros (acciones, obligaciones...), con un valor aproximado de 1.000 millones de dólares.

El HMS Revenge, un veterano acorazado botado en 1915, que pasó la mayor parte de la guerra dedicado a la escolta de convoyes:


El convoy del Revenge zarpó después de recibir avisos del Almirantazgo sobre actividad de submarinos alemanes, algo habitual en aquellos días. Tras la ocupación de Noruega y Francia los submarinos de Dönitz habían conseguido acceso libre al Atlántico, lo que se tradujo a partir de junio de 1940 en un aumento considerable de los ataques al tráfico mercante británico. Durante toda la travesía las tripulaciones se mantuvieron en estado de alerta permanente. A unas 200 millas los destructores de escolta regresaron a Gran Bretaña y dejaron solos a los cinco buques con su multimillonaria carga. Los barcos navegaban a toda máquina y en zig-zag para protegerse de posibles ataques de submarinos. Cuando llevaban recorridas unas tres cuartas partes del trayecto, el Batory tuvo una avería en una de sus máquinas. Como no podía seguir el ritmo del resto, el almirante Archer se vio obligado a dividir el convoy. Decidió que el Revenge, el Monarch of Bermuda y el Sobieski seguirían a toda velocidad hacia Halifax, mientras que el Bonaventure acompañaría al Batory, que pondría rumbo a St. John, en Terranova, y luego continuaría hasta Halifax bordeando la costa canadiense. El 13 de julio llegaron a Halifax el Revenge y los dos vapores. El Bonaventure y el Batory se les unieron más tarde sin novedad. Cuando los cinco buques se reunieron a salvo en el puerto con su valioso cargamento intacto todos los implicados en la operación respiraron aliviados. Las cajas de oro y valores fueron desembarcadas y cargadas en cinco trenes especiales con destino a Ottawa.

¿De dónde había salido semejante fortuna? ¿Y por qué era transportada por buques de guerra británicos, arriesgándose a cruzar el Atlántico pese a la amenaza de los submarinos alemanes? La historia comenzó unas semanas antes, a mediados de junio de 1940. Después de la derrota de Francia, y ante la amenaza de invasión alemana, el gobierno de Winston Churchill decidió en sesión secreta el traslado a Canadá de las reservas de oro del Banco de Inglaterra. El objetivo era doble: En primer lugar poner a salvo las reservas nacionales y garantizar que se podría continuar la lucha aun en el caso de que Inglaterra fuese invadida. En segundo, disponer de efectivo para comprar en Norteamérica todos los suministros que Gran Bretaña necesitaba. Todavía no se había aprobado la Ley de Préstamo y Arriendo, y los beligerantes sólo podían comprar en Estados Unidos pagando al contado. Junto a las reservas de oro se trasladaría también una fortuna en valores extranjeros. Sin informar a sus propietarios, todos los títulos negociables extranjeros que se encontraban depositados en los bancos británicos fueron sacados de las cajas fuertes y reunidos para su traslado a Canadá. Por primera vez en la historia de Gran Bretaña, en interés de la defensa nacional habían sido expropiadas inversiones privadas sin consentimiento de sus propietarios. Más tarde se les compensaría dándoles su valor en el mercado, pero en libras esterlinas. Gran parte de esos valores fueron vendidos en dólares, y utilizados para comprar armas y productos estratégicos en Estados Unidos.

Todo el proceso se desarrolló en el secreto más absoluto. Habría sido un durísimo golpe para la moral nacional si el pueblo británico hubiese sabido que el gobierno se tomaba tan en serio la amenaza de invasión como para decidir poner a salvo las reservas de oro enviándolas a América. Y por supuesto el secreto era necesario también por motivos de seguridad. Si los alemanes se enteraban del plan británico habrían tenido como objetivo prioritario interceptar los cargamentos, y en aquellos meses la actividad de los submarinos alemanes hacía realmente peligroso navegar por el Atlántico. Durante el mes de junio habían hundido sólo en el Atlántico Norte 57 buques, con un desplazamiento total de 350.000 toneladas.

El convoy del 8 de julio fue el mayor, pero no el único de esos envíos. Durante el verano de 1940 cruzaron el Atlántico varias remesas de oro y valores. El primer viaje lo hizo el crucero Emerald, que zarpó el 24 de junio de Greenock, Escocia, cargado con casi 9.000 lingotes de oro y 488 cajas de títulos negociables con un valor aproximado de 400 millones de dólares. Todos los envíos tenían como destino el puerto de Halifax. Al llegar eran cargados en trenes y trasladados a Ottawa. Allí eran depositados en un sótano de la sede de la Sun Life Assurance Company. Todo ello en el máximo secreto. Ni siquiera los empleados de la aseguradora sabían lo que se guardaba en el edificio en el que trabajaban.

La escolta de Yamamoto

A primera hora de la mañana del 18 de abril de 1943 el almirante Isoroku Yamamoto, comandante supremo de la Flota Combinada, salió de Rabaul para hacer una visita de inspección a las bases japonesas de las islas Salomon. Yamamoto viajaba con su jefe de Estado Mayor, Matome Ugaki, y otros ayudantes, repartidos en dos bombarderos bimotores Mitsubishi G4M y acompañados por una escolta de seis cazas Zero del 204º Grupo Aéreo con base en Rabaul. Cuando volaban sobre la isla de Bougainville la formación fue interceptada por una escuadrilla de cazas estadounidenses. La escolta no pudo hacer nada contra el ataque de los dieciséis P-38 Lightning que salieron a su encuentro. Los dos bombarderos fueron derribados, y Yamamoto murió al estrellarse su avión en la selva.

En La muerte de Yamamoto conté cómo prepararon los estadounidenses la emboscada, y cómo la ejecutaron. Claro que aquella era la historia contada desde el punto de vista estadounidense, por eso decía que tres de los seis Zeros de la escolta de Yamamoto fueron derribados. Eso según los pilotos norteamericanos. El propio Thomas Lanphier relató cómo derribaba uno de los Zeros cercenándole una de sus alas. Parece que es la típica fantasmada de piloto de caza (algo en lo que todos parecían coincidir, independientemente de su nacionalidad, porque los pilotos japoneses tampoco se quedaban atrás exagerando sus hazañas). Y es que en realidad tan solo un caza japonés se vio obligado a retirarse del combate, el pilotado por el suboficial Okazaki, que fue alcanzado en el motor y tuvo que aterrizar en el campo de Ballale. Así que los seis integrantes de la escolta regresaron con vida de la misión. Eran el teniente Takeshi Morisaki y los suboficiales Yoshimi Hidaka, Toyomitsu Tsujinoue, Shoichi Sugita, Kenji Yanagiya y el ya mencionado Yasushi Okazaki.

El Almirante Yamamoto saluda a los pilotos de su escolta antes de partir de la base aérea de Rabaul:


Se ha dicho alguna vez que a los hombres de la escolta de Yamamoto se les dio la oportunidad de rehabilitarse teniendo una muerte gloriosa. No es cierto. Después de que los cinco Zeros aterrizasen en Rabaul (el sexto, el de Okazaki, se había quedado en Ballale) los pilotos se dirigieron a la oficina del comandante del 204º Grupo Aéreo, el capitán Ushie Sugimoto. Mientras los otros cuatro hombres esperaban al sol frente a la oficina en posición de firmes, el comandante de la misión, el teniente Morisaki, entró a presentar su informe al capitán Sugimoto y al teniente Zenjiro Miyano, jefe de su escuadrilla. Después todos tuvieron que dar su versión de los hechos. Les prohibieron hablar del incidente, pero nadie les recriminó nada. Sus mandos sabían perfectamente que seis Zeros no podían hacer mucho contra dieciséis P-38. Pero aunque no se les obligase a realizar misiones suicidas, sí que es cierto que los pilotos sentían que tenían que limpiar su honor, lo que seguramente les hizo arriesgarse más de lo razonable.

El 7 de junio de 1943 el 204º Grupo Aéreo lanzó un ataque con 81 aviones contra un campo de aviación estadounidense en las Islas Russel. Doce Zeros serían los encargados de la parte más arriesgada de la misión, lanzándose en vuelo rasante sobre el aeródromo enemigo armados con una bomba incendiaria bajo cada ala, mientras el resto de los aparatos se mantendrían sobre ellos para cubrirles. Tres de los doce eran pilotos de la escolta de Yamamoto, componiendo el 2º Shotai ("ala"), con Yoshimi Hidaka al mando, Yasushi Okazaki y Kenji Yanagiya. Sobre el aeródromo enemigo se entabló una brutal batalla aérea con los cazas estadounidenses. Hidaka y Okazaki murieron en la acción. Yanagiya logró hacer una pasada sobre el campo de aviación y lanzar sus bombas, pero cuando estaba tratando de ganar altura dos Wildcats se pusieron a su cola y comenzaron a dispararle. Su avión fue acribillado por los cazas enemigos. Uno de los disparos le arrancó su mano derecha. Volando a duras penas utilizando solo la mano izquierda y tratando de no perder el conocimiento logró regresar a su base.

El 16 de junio un avión de reconocimiento japonés descubrió una importante concentración de transportes enemigos en Punta Lunga, el punto habitual de descarga de suministros en Guadalcanal, en la costa norte de la isla. El 204º Grupo Aéreo atacó con todos sus efectivos. El teniente Morisaki murió en la acción. También murió el teniente Zenjiro Miyano, el jefe de la escuadrilla.

El 1 de julio el suboficial Toyomitsu Tsujinoue desapareció en una misión de escolta de bombarderos en picado que iban a atacar a las fuerzas de desembarco aliadas en Rendova, en el archipiélago de Nueva Georgia. En menos de un mes tres de los seis componentes de la escolta de Yamamoto habían muerto, otro había desaparecido en combate y un quinto había sido herido de gravedad.

El sexto era Shoichi Sugita, de 18 años, que también fue derribado no mucho tiempo después, en agosto de 1943. Su avión se incendió y él resultó gravemente herido. En marzo de 1944, ascendido a suboficial de 2ª, regresó al servicio y fue destinado al 263º Grupo Aéreo en Guam. Después de los combates aéreos de junio de 1944 en las Marianas, en los que las fuerzas aeronavales japonesas fueron diezmadas por la aviación estadounidense, los restos del 263º Grupo Aéreo fueron enviados a las Filipinas y combinados con el 201º Grupo Aéreo. Allí se formó el primer cuerpo Kamikaze por iniciativa del vicealmirante Takijiro Onishi. Sugita se presentó voluntario para la unidad suicida pero fue rechazado. En enero de 1945 regresó a Japón destinado al 343º Grupo Aéreo del mítico capitán Minoru Genda. En abril murió al ser derribado sobre el campo de aviación de Kanoya, en Kyushu, pilotando un Kawanishi N1K.

El capitán Ushie Sugimoto murió en combate el 12 de junio de 1945 en algún lugar de la región del Monte Pinatubo, en Luzón. Por entonces era el comandante de la 26ª Flotilla Aérea, aunque ya no le quedaban aviones ni pilotos a los que mandar. Los últimos los había perdido en misiones kamikaze en el mes de enero. El resto de las unidades de la 1ª Flota Aérea se habían retirado a Formosa, pero Sugimoto se había negado a abandonar las Filipinas, y al frente de un grupo de mecánicos y personal de tierra murió tratando de resistir al avance estadounidense.

Kenji Yanagiya se había quedado manco, pero eso fue lo que le permitió ser el único piloto de la escolta de Yamamoto que sobrevivió a la guerra. En junio de 1943 le evacuaron a Japón gravemente herido (aparte de la mano, había sido alcanzado en una pierna). Con el tiempo logró recuperarse lo suficiente como para convertirse en instructor de nuevos pilotos. Al terminar la guerra vivió en el anonimato hasta que en la década de los 70 un escritor japonés dio con él y le convenció para contar su historia. En abril de 1988 Yanagiya visitó el Museo Nacional de la Guerra del Pacífico de Fredericksburg, en Texas, y allí conoció personalmente a algunos de los pilotos de los P-38 a los que se había enfrentado cuando escoltaba a Yamamoto. Murió en Tokio en febrero de 2008, a los 89 años.

Kenji Yanagiya en Rabaul:


Brutus

Roman Czerniawski era un capitán de aviación polaco, atractivo y deportista (había formado parte del equipo olímpico de esquí), con formación en inteligencia militar, que en ocubre de 1939, tras la rendición de Polonia, logró huir a Francia con la intención de seguir combatiendo a los alemanes. Cuando Francia fue también derrotada Czerniawski organizó un grupo clandestino de resistencia al que llamó Interallié, en su origen formado por polacos de la zona de Marsella. En poco tiempo la organización creada por Czerniawski se convirtió en una de las más importantes redes de espionaje aliadas en Francia, con decenas de agentes en todo el país.

Czerniawski comenzó una relación amorosa con una de sus agentes, una mujer muy atractiva, según se cuenta, esposa de un oficial francés, llamada Mathilde Carré (de nombre en clave "Gata"). La pareja se trasladó a París, desde donde dirigían la red. Sus imprudencias y sus fallos de seguridad ayudaron a que el contraespionaje alemán fuese estrechando el cerco en torno a ellos hasta que finalmente Mathilde fue descubierta y detenida. Su interrogador, un agente del Abwehr llamado Hugo Bleicher, la convenció para convertirla en agente doble. Traicionado por Carré, Czerniawski fue detenido por los alemanes en noviembre de 1941. Bleicher (que por cierto se había llevado a la Gata a vivir a su casa y se había convertido en su nuevo amante) le ofreció un trato: se convertiría en agente del Abwehr a cambio de salvar su vida y la de 63 compañeros suyos. Czerniawski aceptó, y en julio de 1942 el Abwehr organizó una falsa fuga de la carcel donde estaba preso y le ayudó a llegar a Gran Bretaña a través de España.

Cuando llegó a Inglaterra, en el mes de octubre, Czerniawski se entregó a los británicos y se ofreció a trabajar para ellos. Fue asignado al Comité XX, el grupo encargado del control de los agentes dobles. Su nombre en clave fue a partir de entonces Brutus. Su condición de oficial de aviación permitía a los británicos buscarle un buen destino ficticio que lo convirtiese en un agente muy valioso para los alemanes, y por tanto también para los propios británicos. A comienzos de 1944 Brutus fue destinado ficticiamente como oficial de enlace entre la RAF y el FUSAG (el Primer Grupo de Ejércitos de los Estados Unidos, el ejército fantasma mandado por George Patton que supuestamente iba a desembarcar en Calais). Las informaciones que Brutus envió en los meses anteriores al Día D le convirtieron en una fuente muy creíble para los alemanes, algo que los ingleses podían confirmar gracias a Ultra, la descodificación de las comunicaciones cifradas alemanas. Su intervención más importante en la guerra fue el mismo día D, el 6 de junio de 1944, cuando informó por radio a la central parisina del Abwehr de que en el FUSAG sorprendentemente no había ninguna actividad, a pesar de haber recibido ya noticias del comienzo de la invasión, con la conclusión de que el ataque en Normandía lo estaba realizando una fuerza independiente de la que supuestamente se estaba preparando para lanzar el asalto principal a través del paso de Calais. Los alemanes dedujeron que el desembarco en Normandía, si bien estaba siendo llevado a cabo por una fuerza considerable, era un ataque de diversión para distraer fuerzas del norte, donde iba a tener lugar el auténtico ataque.

Sin llegar a tener la importancia de Garbo, Brutus fue una pieza clave en la Operación Fortitude, el complejo plan para engañar a los alemanes sobre los auténticos puntos de desembarco aliados y mantener una amenaza sobre el paso de Calais y Noruega, incluso hasta semanas después de los desembarcos en Normandía.

Brutus con... ¿una gata?

(Foto: http://www.specialforcesroh.com/image-5193.html)

Operación Pelikan

Tras la entrada en la guerra de Estados Unidos el canal de Panamá se convirtió en un objetivo prioritario para los países del Eje, aunque, protegido por la distancia, resultaba prácticamente inalcanzable para ellos. Dejar inutilizado el canal suponía aumentar en 12.500 Km la distancia que separaba las costas del Atlántico y el Pacífico norteamericanas, lo que suponía varias semanas de diferencia en el tiempo que tardaban los buques de guerra y los mercantes en desplazarse de uno de los teatros de operaciones al otro. Después de la guerra los aliados pudieron conocer los planes del Abwehr para atacar el Canal, un abultado expediente con el nombre de Proyecto 14. La mayoría de los planes consistían en sabotajes que tendrían que haber sido efectuados por agentes locales o por comandos desembarcados en submarinos. También hay una referencia a un proyecto de la Luftwaffe de abril de 1939, antes de que comenzase la guerra, de utilizar aviones de gran autonomía Focke-Wulf Fw 200 (que todavía no estaban en producción, pero cuyo prototipo, unos meses antes, había hecho un vuelo sin escalas Berlín-Nueva York) para bombardear las esclusas del canal. Por su parte los japoneses también hicieron planes para bombardear las esclusas con hidroaviones transportados en sus grandes submarinos oceánicos.

En 1943 el SD Exterior (la Sección VI del RSHA, el servicio de seguridad de las SS, dirigido por Walter Schellemberg) inició un proyecto con el nombre en clave de operación Pelikan, cuyo objetivo era encontrar la mejor forma de cerrar a la navegación el canal de Panamá. Al frente de la operación Shellemberg puso a Erich Gimpel, un veterano agente que había estado destinado en América y España en los años anteriores. Gimpel había residido en Perú en la década de los 30, trabajando como operador de radio para empresas mineras, y estaba considerado un agente experto en Latinoamérica.

Gimpel recurrió a un ingeniero llamado Hubrich, que había ocupado puestos de responsabilidad durante las obras de construcción del canal, entre 1903 y 1914. Hubrich explicó que atacando las esclusas no se conseguiría dejar cerrado el canal por mucho tiempo, ya que las reparaciones de emergencia necesarias para mantenerlo abierto se podrían hacer en pocos días. En su lugar propuso volar el dique del lago Gatún. El Gatún es un gran lago artificial que constituye la parte central del canal, formado al embalsar el río Chagres con una gran represa de tierra. En su parte central tiene un dique de hormigón, cerrando el valle del Chagres, con una serie de compuertas accionadas eléctricamente que se utilizan para mantener constante el nivel de agua del lago. Volando ese dique, que funciona de sumidero, los más de 5 Km³ de agua retenidos en el lago irían a parar al mar. Eso dejaría inutilizado el canal durante varios años.

Un esquema del canal de Panamá; no hay que confundir la presa de Gatún, que forma el gran lago artificial del mismo nombre, con la esclusa de Gatún, que forma parte del canal y sirve para salvar el desnivel que hay hasta el Océano Atlántico:


Imagen del lago, con la esclusa de Gatún, en primer término, y el dique, en el centro de la imagen (el semicírculo que se ve en medio de la represa):


Gimpel aceptó la propuesta de Hubrich y se dispuso a encontrar la forma de llevarla a la práctica. Recuperó la idea del bombardeo aéreo, pero en lugar de recurrir a aviones de gran autonomía, poco adecuados para realizar bombardeos de precisión, su plan era utilizar bombarderos en picado, con los que habría una mayor probabilidad de éxito. Los aviones, dos Stukas (Junkers Ju-87), serían desmontados y transportados en cajas sobre el casco de dos submarinos oceánicos del tipo IX-C. Todo el equipo desembarcaría en una pequeña isla deshabitada del Caribe, frente a las costas de Nicaragua. Allí un equipo de técnicos montaría los dos aviones, que atacarían el dique de Gatún armados con dos bombas de 500 Kg cada uno. Gimpel pensaba que bastaba con que uno de los dos lograse alcanzar el objetivo para que la misión tuviese éxito. Era la primera vez que la Luftwaffe iba a actuar en el continente americano.

El equipo escogido para la misión se trasladó al lago Wansee, en Austria. Allí fue construida una perfecta reproducción del dique de Gatún, que utilizaban las tripulaciones de los aviones para entrenar el ataque. Los mecánicos también practicaban continuamente montando y desmontando los Stukas. Al final del periodo de entrenamiento podían realizar toda la operación en tan solo dos días. En noviembre de 1943 todo estaba preparado, con el equipo de la misión y los submarinos esperando únicamente la orden de partir, pero en el último momento el proyecto fue cancelado, cuando los alemanes sospecharon que una fuga de información había permitido a la OSS estadounidense conocer los planes alemanes.

A finales de 1944 Erich Gimpel fue enviado a una misión de espionaje en Estados Unidos. Pocos días después de desembarcar de un submarino en territorio norteamericano fue capturado por el FBI. Un tribunal militar le condenó a muerte, pero se salvó de la horca al morir el presidente Roosevelt, gracias a la tradición estadounidense de suspender las ejecuciones en época de luto oficial. Más tarde, al terminar la guerra, el presidente Truman conmutó la pena por cadena perpetua. En 1955 fue liberado y regresó a Alemania. Un año después publicó un libro autobiográfico titulado Spion für Deutschland, en el que, entre otras historias, dio a conocer al mundo la operación Pelikan.

Fuentes:
http://ala13.com/foro/viewtopic.php?f=32&t=3103
(fuente original: Revista Historia 16, Nº 294)
http://forum.axishistory.com/viewtopic.php?t=109947
http://en.wikipedia.org/wiki/Erich_Gimpel
http://es.wikipedia.org/wiki/Lago_Gat%C3%BAn


Un superviviente

La idea de que vas a morir y, al mismo tiempo, la de que eres inmortal son dos ideas típicas del ser humano. Siempre puedes pensar: alguien quedará para contarlo, ¿por qué no yo? Una idea se combate con otra, con la que te indica que de allí no sale vivo nadie. Incluso al final pensábamos que los SS arrasarían el campo. Yo era un privilegiado, trabajaba bajo techo, lo que no era poco; fuera había más posibilidades de que un imbécil te pegara. Aunque nunca sabes lo que la gente puede aguantar físicamente. He visto españoles bajitos, débiles en apariencia, que luego resistían, y a nórdicos que se hundían prontísimo. Moralmente sí que sabes quiénes son los que mejor resisten; son los que tienen ideales, sean religiosos o políticos. El creyente y el comunista era el que mejor aguantaba, mucho mejor que el agnóstico y el escéptico. Y es triste porque éstos son personajes mucho más simpáticos. Pero eso es en la vida normal. En situaciones de emergencia resiste mejor el que tiene un ideal. Aunque luego descubra que todo es una farsa.

(Jorge Semprún, en una entrevista para El País Semanal, publicada el 5 de junio de 1994)

La URSS en guerra con Japón

En abril de 1945 el gobierno soviético anunció que abandonaba el pacto de no agresión soviético-japonés firmado en 1941. A partir de ese momento los soviéticos comenzaron a concentrar tropas en la frontera con Manchukuo (el estado títere creado por los japoneses en Manchuria) a la espera de la declaración de guerra contra Japón, que en la conferencia de Yalta Stalin se había comprometido a hacer tres meses después del final de la guerra en Europa. En el momento en el que se cumplió el plazo, a comienzos de agosto de 1945, los soviéticos contaban con 1,200.000 hombres, 5.500 tanques, 26.000 cañones y 4.000 aviones, repartidos en tres frentes: El de Transbaikalia (mariscal Malinovski), el 1º Frente (mariscal Meretskov) y el 2º Frente de Extremo Oriente (general Purkayev). En total, once ejércitos combinados, un ejército blindado y tres ejércitos aéreos, al mando del mariscal Alexander Vassilevski, comandante de las tropas soviéticas en Extremo Oriente. En contra, el Ejército Kwantung (el ejército japonés en Manchukuo) tenía 1.040.000 soldados, 1.155 tanques, 5.360 cañones y 1.100 aviones, mandados por el general Yamada Otozo. Además de la desventaja numérica en hombres y armas, los japoneses tenían la moral por los suelos (y empeoraría aún más después del armisticio con los Estados Unidos el 15 de agosto), y tenían que soportar en el sur la presión de los nacionalistas chinos, que les impedía reforzar la frontera norte.

El 8 de agosto de 1945, exactamente tres meses después de la capitulación alemana, Stalin declaró la guerra a Japón. El objetivo soviético era la ocupación de los territotios de Manchuria, el norte de Corea, las islas Kuriles y el sur de Sajalin. El 9 de agosto comenzó la ofensiva del Ejército Rojo, que desde el primer momento fue un avance imparable en todos los frentes. El 10 el grupo de ejércitos del general Purkayev entró en Corea, y el 11 en la isla de Sajalin. El VI Ejército Blindado cruzó las montañas de Khingan y alcanzó la retaguardia de las líneas japonesas. Su avance sólo se ralentizó por problemas de abastecimiento.

El 20 de agosto la guarnición japonesa de Mutankiang capituló frente a los ejércitos I y V soviéticos. Los rusos conquistaron Tchang-Tchun y Mukden y continuaron avanzando. El 21, el XXXIX Ejército del general Pliev, después de haber franqueado la Gran Muralla, tomó contacto con el Ejército Popular de Mao. El 1 de septiembre, con la ocupación de las islas Kuriles, la campaña de Manchuria se dio por terminada.

La campaña costó a los soviéticos 8.219 muertos y 22.264 heridos. Los japoneses tuvieron 83.737 muertos, 20.000 desaparecidos y 594.000 prisioneros de guerra.

Normalmente se da por sentado que la causa de la rendición incondicional de Japón fue el lanzamiento de las bombas atómicas en Hiroshima y Nagasaki, pasando por alto la importancia que tuvo la declaración de guerra de la URSS a Japón y el ataque soviético en Manchuria. El anuncio soviético del abandono del pacto de no agresión en abril de 1945 provocó una crisis de gobierno en Japón. Dimitió el gobierno del general Koiso y fue nombrado primer ministro el almirante Suzuki, que estaba considerado un hombre más partidario de comenzar negociaciones de paz. Con el nuevo gobierno comenzaron los contactos con la URSS buscando su mediación. Y es que desde un punto de vista puramente militar, la posibilidad de que la URSS entrase en la guerra suponía que la prevista invasión aliada pasaba a ser un problema secundario. Japón se estaba preparando para su defensa en el sur y el este, pero tenía totalmente desprotegidos el oeste y el norte. El ejército Kwantung estaba muy debilitado, y no iba a poder detener al ejército soviético, que tras ocupar Corea y Sajalin en poco tiempo podría amenazar directamente el archipiélago japonés, antes incluso que los norteamericanos que preparaban una invasión desde el sur.

Sin duda los bombardeos atómicos fueron decisivos, pero lo que tuvo que debilitar más la posición de los militares que se oponían a la rendición fue la entrada en la guerra de la URSS y un inminente ataque por la espalda que no iban a poder detener. A los partidarios de la paz las bombas atómicas les daban el argumento para que el pueblo aceptase la rendición, que fue el que utilizó el Emperador en su comunicado: el enemigo tenía una nueva arma contra la que no podían luchar. Pero al mismo tiempo el ataque soviético era el fin de las esperanzas que habían puesto en alcanzar una paz negociada por intermediación de Stalin, y no les dejaba otra salida que aceptar los términos de la declaración de Postdam.

Julio Verne ataca Berlín

El Farman 223.4 era un avión civil de fabricación francesa utilizado por Air France para el servicio postal trasatlántico. Al estallar la guerra la Aeronavale, la fuerza aérea de la Marina francesa, requisó los tres Farman 223.4 de Air France (el Ejército del Aire los rechazó porque los consideraba demasiado lentos), con sus tripulaciones civiles incluidas. La Marina planeaba usarlos en patrullas marítimas de largo alcance sobre el Atlántico.

El Jules Verne era uno de aquellos aviones. Los primeros meses de la guerra estuvo basado en Marsella y Burdeos, limitándose a hacer vuelos de entrenamiento. A comienzos de abril de 1940 el Jules Verne realizó su primera misión para la Marina, guiando una fuerza naval francesa que regresaba de Halifax. El 4 de abril dejó Burdeos para trasladarse a Casablanca, donde participó de nuevo en una misión de escolta de un convoy naval. Durante todo ese tiempo el capitán de corbeta Daillière, que había negociado con Air France la cesión de los aparatos, había defendido enérgicamente utilizar el Jules Verne para realizar una incursión de bombardeo contra Berlín. El Ministerio de Marina francés rechazó el plan, porque temía que el bombardeo de territorio alemán llevase a una escalada de represalias (eran los tiempos de la llamada drôle de guerre) y porque se consideraba a Daillière un oficial demasiado valioso como para arriesgarle en una misión de ese tipo. Sin embargo a lo que sí estaba dispuesta la Marina era a utilizar el avión en operaciones de bombardeo táctico. Para ello el 28 de abril el Jules Verne fue enviado a Toussus-le-Noble, donde se encontraba la fábrica Farman, y allí se le hicieron las modificaciones necesarias para transformarlo en bombardero: se le instalaron ocho enganches para bombas bajo el fuselaje, depósitos adicionales de combustible, un puesto de bombardero en el morro, un puesto de navegante y una ametralladora de 7,5mm. El 6 de mayo de 1940 dejó la fábrica. Cuatro días después comenzó la ofensiva alemana en el frente occidental.

Al mando del capitán Daillière el Jules Verne realizó numerosas misiones de bombardeo en las semanas siguientes. La primera de ellas fue el 11 de mayo, el día después del inicio de la ofensiva alemana. El Jules Verne despegó al atardecer de su base de Lanvéoc-Poulmic, al sur de Brest, y voló hasta Aquisgrán, dejando caer unas cuantas bombas cerca de la estación de tren. De regreso a casa bombardeó los puentes en Maastricht, que estaban siendo utilizados por las columnas blindadas alemanas que invadían Holanda. El daño causado en los dos ataques fue insignificante. La siguiente misión, en la noche del 13 al 14 de mayo, fue contra las fuerzas alemanas que mantenían cercadas a varias unidades del 7º Ejército Francés en la isla de Walcheren, también en Holanda. Sus tercera y cuarta misiones, los días 16 y 20 de mayo, fueron de nuevo contra objetivos ferroviarios en Aachen. Esta última misión fue especialmente arriesgada, ya que era una noche de luna llena, había buena visibilidad, y las defensas alemanas se encontraban en estado de alerta. El Jules Verne volaba a 1.300 pies siguiendo la línea ferroviaria que conducía a Aquisgrán, cuando de repente se vio iluminado por las luces de una docena de reflectores. El avión aún no había sido pintado de negro, su fuselaje era de un plateado brillante, que a la luz de los reflectores lo convertían en un blanco fácil. A pesar de que las baterías antiaéreas comenzaron a disparar contra ellos, Dailliere ordenó al piloto a realizar dos pasadas sobre la estación para soltar sus bombas. Milagrosamente el avión logró salir de allí, aunque fue alcanzado por dos fragmentos de proyectiles antiaéreos, que le causaron daños de poca importancia.

Durante los últimos días de mayo el Jules Verne realizó otras misiones de bombardeo táctico, en concreto contra concentraciones de blindados alemanes en el bosque Clair Marais y contra un importante un nudo ferroviario cerca de Saint-Omer. Daillière continuaba insistiendo a los mandos de la Aeronavale en que le diesen permiso para realizar una incursión en Berlín, pero a finales de mayo, incluso en medio del colapso de los ejércitos franceses en todos los frentes, el gobierno todavía se mostraba reacio a aprobar la misión por temor a las represalias. Finalmente el 4 de junio, a raíz de un ataque de la Luftwaffe a gran escala contra objetivos en la región de París, las autoridades francesas cedieron y se le ordenó a Daillière poner en marcha sus planes.

El Almirantazgo francés poseía una cantidad considerable de fotografías aéreas y mapas de la zona de Berlín, que Dailliere y su equipo conocían de memoria. Para lograr la máxima sorpresa Daillière decidió que la ruta de vuelo a Berlín fuese sobrevolando el mar el mayor tiempo posible. El avión debía volar sobre el Canal de la Mancha y el Mar del Norte, giraría hacia el sureste a través del "cuello" de Dinamarca, al norte de Kiel, y se acercaría a Berlín desde el norte. El ataque sería hecho desde una altura de no menos de 5.000 pies por el peligro de globos de barrera, y en ningún caso se lanzarían las bombas en áreas densamente pobladas. La misión, de hecho, no tendría más valor que el meramente psicológico.

El 6 de junio Jules Verne despegó con la misión de realizar una incursión sobre la ciudad alemana de Rostock, a orillas del Báltico. En realidad no era más que un ensayo del planeado ataque a Berlín. Después de volar sobre el Canal de la Mancha, el Mar del Norte y el Báltico, el aparato entró en territorio alemán, sobre Rostock, sin ser inquietado por la Luftwaffe ni la artillería antiaérea. El plan del capitán de corbeta Daillière quedaba probado: haciendo el máximo de recorrido posible sobre el mar y llegando al objetivo desde una dirección inesperada podían sorprender a los alemanes.

A media tarde del 7 de junio el Jules Verne despegó de la base de Burdeos-Merignac, en la costa del Golfo de Vizcaya, cargado hasta el máximo de combustible y bombas. La tripulación era de cinco hombres: el capitán Daillière, el navegante Scour, el piloto Yonnet, el artillero/bombardero Deschamps y el mecánico Corneillet. El avión sobrevoló el Canal de la Mancha y bordeó Holanda, para alcanzar Dinamarca ya de noche. Sobre Stettin, en el Báltico, giraron al sur para dirigirse directamente desde allí a Berlín. Las condiciones eran perfectas: era noche cerrada, la ciudad estaba totalmente iluminada, y no había ni rastro de defensas antiaéreas ni cazas enemigos. Aprovechando la proximidad del objetivo de la misión (las fábricas de Siemens situadas al norte de la ciudad) al aeropuerto de Tempelhof, Yonnet efectuó una falsa maniobra de aproximación para descender hasta los 100 metros. A esa altura el Jules Verne sobrevoló las instalaciones industriales dejando caer sus ocho bombas, así como otras ochenta pequeñas bombas incendiarias lanzadas por Deschamps y Corneillet. Después de las explosiones, la artillería antiaérea berlinesa comenzó a disparar al cielo y las luces de la ciudad se apagaron. Era demasiado tarde, el Jules Verne estaba ya lejos. Al amanecer del 8 de junio el avión aterrizó en Orly después de hacer el viaje de regreso en un vuelo directo a través de toda Alemania. En las trece horas y media que había durado la misión habían recorrido más de 2.000 millas. Después de la guerra, los franceses trataron de averiguar si el ataque había causado algún daño digno de mención. Las fuentes alemanas indicaban que la mayoría de las bombas habían caído en campo abierto. Tan solo encontraron una vaga alusión a una explosión que había dañado una fábrica.

La tripulación del Jules Verne posa junto a su avión:


Solamente tres días después del raid contra Berlín, el Jules Verne fue enviado de nuevo a una misión de bombardeo sobre el territorio alemán. En la noche del 10 al 11 de junio el avión francés volvió a bombardear las fábricas Heinkel de Rostock. En esta ocasión sí tuvieron que soportar el fuego antiaéreo enemigo, pero lograron completar la misión sin incidentes. La tripulación informó de varios incendios en la zona atacada, aunque una vez más después de la guerra no se encontraron registros de daños en los archivos alemanes.

Cuando hicieron escala en Chartres a su regreso del raid sobre Rostock, la tripulación se enteró de que esa medianoche Italia había declarado la guerra a Francia. El Jules Verne iba a cambiar de frente.

El 13 de junio el avión dejó Mérignac para trasladarse a Istres, al noroeste de Marsella. Desde allí el día 14 realizó su primera misión contra los italianos, el bombardeo de las refinerías de gasolina de Porto Maghera, en Venecia. Lanzaron sus ocho bombas sobre los tanques de combustible, informando de que al menos uno de ellos se había incendiado. Dos noches después el Jules Verne hizo una nueva salida, contra Livorno, sin causar ningún daño digno de mención. Su última misión fue el 18 de junio sobre Roma. No se trataba de un bombardeo, sino de una suelta de octavillas. Cuatro días más tarde Francia firmó el armisticio. El Jules Verne no volvería a volar. La escuadrilla de la que formaba parte fue disuelta, y el avión permaneció parado dos años en Marignane, cerca de Marsella, hasta que en noviembre de 1942, cuando los alemanes invadieron la Francia de Vichy, los franceses lo quemaron para evitar que fuese capturado.

El capitán Daillière continuó en la Marina, sirviendo a las fuerzas francesas de Vichy. Fue destinado al África Occidental Francesa como comandante de las unidades aéreas de la Marina en Dakar. Un día de 1942 su avión entró por error en el territorio británico de Sierra Leona y fue derribado por cazas de la RAF. Daillière murió instantáneamente de un balazo en la cabeza. Hoy pocos conocen su nombre, así como la historia de la misión que planeó y ejecutó, el primer bombardeo aéreo sobre Berlín.

Fuentes:
http://batailles-1939-1940.historyboard.net/t322-le-farman-2234-le-jules-verne-bombarde-berlin
http://www.4600n200e.com/4436.html
http://warbirdsforum.com/showthread.php?t=433
http://warandgame.com/2009/07/08/solo-to-berlin/


Mercantes submarinos

El 9 de julio de 1916 los sorprendidos habitantes de Baltimore vieron entrar en el puerto de su ciudad un gran submarino alemán. Estados Unidos era todavía un país neutral, y como el sumergible no tenía ningún tipo de armamento fue considerado por las autoridades como un buque mercante y no tuvo ningún problema en amarrar en el puerto y descargar la mercancía que transportaba. Se trataba del Deutschland, que había zarpado el 23 de junio del puerto de Kiel con un cargamento de piedras preciosas, productos farmacéuticos y correo. El 2 de agosto el Deutschland zarpó de Baltimore de regreso a Alemania con sus bodegas repletas de minerales estratégicos: cobre, plata, níquel y zinc.

El Deutschland fue el primero de una serie de submarinos diseñados y desarrollados a partir de 1915, cuando los británicos endurecieron el bloqueo naval en el Mar del Norte que impedía a la marina mercante alemana salir al Atlántico. Los alemanes pensaron que la solución para burlar el bloqueo y mantener el comercio con los países neutrales podía ser la construcción de grandes submarinos oceánicos de carga. Se diseñó un sumergible con 65 metros de eslora y 9 de manga (unas dimensiones considerables para la época), con 1.700 toneladas de desplazamiento en superficie y 2.300 en inmersión. Tenía una tripulación de 29 hombres y carecía de armamento. Su velocidad no era demasiado alta (un máximo de 11,5 nudos en superficie y 8 sumergido), ni tampoco su autonomía en inmersión. El submarino viajaría la mayor parte del tiempo en superficie, y sólo tendría que sumergirse cuando avistase un buque que pudiese ser una amenaza. Su baja silueta, que le permitía avistar los buques de superficie antes de que éstos le descubriesen a él, y la imposibilidad de que los submarinos de la época pudiesen atacar a otros submarinos, le convertían en un buque teóricamente invulnerable. La capacidad de transporte de los submarinos no era tan grande como para que su entrada en servicio tuviese alguna influencia en el curso de la guerra, y a efectos prácticos la capacidad alemana de romper el bloqueo naval británico con sus sumergibles de carga fue algo anecdótico. Pero el hecho de que los alemanes demostrasen al mundo que podían burlar el bloqueo fue considerado una importante victoria propagandística.

El Deustchland hizo otro viaje a Estados Unidos en 1916, transportando nuevamente piedras preciosas y medicamentos. El 16 de noviembre, cuando abandonaba el puerto de New London, Connecticutt, colisionó accidentalmente con un remolcador. El accidente costó la vida de cinco tripulantes del remorcador, y obligó al Deustchland a regresar a puerto y retrasar su salida cinco días mientras se le efectuaban las reparaciones necesarias. Después de eso, el submarino alemán completó su travesía sin ningún problema, llevando a Alemania un cargamento de lingotes de plata.

El Deustchland en el puerto de New London:


Entre las dos travesías exitosas del Deustchland había entrado en servicio el Bremen, el segundo submarino de su clase. En septiembre de 1916, en su viaje inaugural, el Bremen desapareció sin dejar rastro en las proximidades de las islas Orcadas cuando se dirigía a Newport. Se cree que pudo hundirse al chocar con una mina británica. En 1917 estaban en construcción otros cinco submarinos de la clase Deustchland, pero al quedar definitivamente cortado el comercio con América por la entrada en la guerra de Estados Unidos el mercante submarino dejó de tener utilidad. El Deutschland fue reconvertido entonces en un submarino de gran radio de acción para atacar el tráfico mercante aliado en el Atlántico central. Fue armado con tubos lanzatorpedos y cañones y se le añadieron nuevas baterías para aumentar su capacidad de inmersión. Tan solo se completó uno de los sumergibles en construcción, el Oldenburg, ya con las modificaciones que lo convertían en submarino de ataque. Entró en servicio en julio de 1917 con la denominación U-151.