En Barbarroja: un ataque por sorpresa reproduje un episodio citado por Laurence Rees en su libro Una guerra de exterminio: Hitler contra Stalin. El 16 de junio de 1941 el comisario del pueblo para la Defensa Estatal, Vsevolod Merkúlov, redactó un informe para Stalin en el que le avisaba de los preparativos alemanes para el ataque: Un informante infiltrado en el cuartel general de la Aviación alemana ha comunicado lo siguiente: 1. Alemania ha culminado todos los preparativos bélicos necesarios para acometer un asalto armado contra la URSS, por lo que debemos esperar ser objeto de ataque en cualquier momento ... En el Ministerio de Economía se dice que, durante una reunión de todos los especialistas en planificación económica celebrada para tratar de los territorios “ocupados” de la URSS, Rosenberg pronunció un discurso en el que aseguraba que “la idea misma de la Unión Soviética debe quedar borrada del mapa”. Como respuesta, Stalin escribió en la primera página del documento: Camarada Merkúlov, puedes decir a tu “informante” que abandone su puesto en el estado mayor de la fuerza aérea alemana y se vaya con su puta madre. Lo suyo es más bien labor de desinformación.
Yo cité el episodio en el sentido en el que lo hacen Rees y otros autores, como un ejemplo de la ceguera de Stalin ante las evidencias y los continuos avisos de sus servicios de inteligencia de que los alemanes estaban preparando un ataque. Pero en El Stalin desconocido, un libro muy recomendable escrito por los hermanos Zhores y Roy Medvedev, he encontrado una explicación a la llamativa respuesta de Stalin. Resulta que según ellos tenía razón. Otros autores reproducen la airada respuesta de Stalin, pero no explican el contenido completo del informe en cuestión. Había sido redactado por Amaiak Kobulov, residente de la inteligencia soviética en Berlín, cuyo único mérito al parecer era ser amigo de Beria. Era un informe mal redactado, lleno de datos inútiles, que sólo tenía una información precisa: los primeros objetivos de la aviación alemana iban a ser la central eléctrica Svir-3, las fábricas de aviones de Moscú y los talleres de reparación de automóviles. Stalin estaba acostumbrado a leer informes de inteligencia y sabía distinguir perfectamente los que contenían información realmente útil de los que no eran más que palabrería de relleno. En este caso no hacía falta ser un genio: la central Svir-3 era un objetivo sin ninguna importancia estratégica, Moscú quedaba fuera del radio de alcance de la aviación alemana, y había cientos de objetivos mucho más importantes que los talleres de reparación de coches.
El libro niega en parte la ceguera de Stalin ante los preparativos alemanes para la invasión. Es cierto que hasta el último momento confió en poder evitar la guerra, pero era consciente de que se estaba preparando el ataque. La noche del 21 de junio el Kremlin envió a las unidades militares de los distritos fronterizos occidentales una orden para que se pusiesen en estado de alerta máxima y esperasen un ataque alemán en las horas siguientes. Se dio orden de dispersar la aviación y apagar las luces de las ciudades y los objetivos militares. Eso fue apenas unas horas antes del ataque, pero ya el 13 de junio se había dado orden a los cuarteles generales del distrito militar de Kiev (los soviéticos esperaban que el foco principal del ataque alemán iba a ser en el sur, en Ucrania) de situarse lo más cerca posible de la frontera, y de mover todas las divisiones hacia el oeste, de noche y en secreto. Sin embargo la fecha de cumplimiento de la orden era el 1 de julio. El 19 de junio se dio orden de camuflar los aeródromos, también con fecha de ejecución 1 de julio. Eran órdenes de Timoshenko y Zhukov, pero aprobadas por Stalin.
Eso puede interpretarse como que lo que sorprendió a los soviéticos no fue el ataque alemán en sí, sino el momento en el que se produjo. Tenía que ser evidente para Stalin que había comenzado una escalada prebélica. Ël trató de responder reforzando sus fronteras occidentales, pero, como su objetivo era evitar el enfrentamiento, las medidas que se tomasen tenían que ser todo lo discretas posibles. No quería dar una excusa a Hitler para comenzar la guerra. Hay que recordar, y esto sí que se ha dicho ya muchas veces, que en 1914 fue la orden de movilización general decretada por el Zar la que provocó la declaración de guerra alemana. Stalin no quería que se repitiese la historia.
De la historia pasada a veces se aprenden cosas, de ahí que Stalin no quisiera repetir los mismos errores que Nicolás II cuando, como bien citas, empezó a movilizar tropas y Alemania le declaró la guerra. De ahí el Pacto de no agresión firmado poco antes de la invasión de Polonia o la paciente espera en 1941. Quien parece que no aprendió nada de los errores pasados fue Hitler, abriendo ese nuevo frente no teniendo los demás cerrados, convirtiendo la guerra relámpago en una guerra de desgaste nuevamente.
ResponderEliminarUn saludo.
No solo Hitler. Aunque luego sus generales descargaron en él sus culpas lo cierto es que la cúpula militar alemana estuvo de acuerdo en que sería una victoria fácil y rápida. No parece que aprendiesen nada de la experiencia del ejército alemán en el frente oriental durante la Primera Guerra Mundial.
ResponderEliminarUn saludo.